
La fuerte apuesta del precandidato presidencial Horacio Rodríguez Larreta a superar la grieta que tiene partida en dos a la sociedad argentina ha merecido severas críticas de parte de los sectores más duros de la propia coalición que Larreta integra, Juntos por el Cambio (JXC). La rival de Larreta, Patricia Bullrich, ha sido particularmente ácida en sus cuestionamientos a la posición de su adversario. Bullrich considera que con el kirchnerismo y sus principales figuras no hay diálogo posible y, por ende, cualquier acercamiento implica hacer concesiones que, desde un punto de vista republicano y democrático, son inaceptables. Larreta mira el problema desde una perspectiva diferente.
El planteo antigrieta de Larreta no está dirigido al kirchnerismo, sino a los sectores que, sin ser K, han sido, en los últimos 20 años, proclives a prestarle apoyo al kirchnerismo: gobernadores, intendentes, sectores sindicales, peronistas clásicos, etc. La suposición de que Larreta se propone entenderse con los K es una subestimación. Nadie hace la carrera que Larreta ha hecho si incurre en tal clase de ingenuidades. Pero cuando dice que es necesario un acuerdo amplio para poder desarrollar una gestión de gobierno y que por eso se propone superar la grieta, Larreta está haciendo una exhibición de realismo político.

Una política de confrontación violenta con el kirchnerismo, como la que Bullrich promueve, llevaría a una reacción defensiva aun más vehemente de parte de los K, lo cual obligaría al gobierno, o a ceder (poniendo entonces en evidencia su debilidad) o a redoblar la apuesta, lo cual desencadenaría una escalada de enfrentamientos que provocarían un estado de convulsión que tornaría imposible la normalidad en el desenvolvimiento general del país, con lo cual la posición del gobierno también se debilitaría.
Frente a esta perspectiva, Larreta elige, en cambio, abrir el juego como para que quienes han apoyado a los K durante las últimas dos décadas, pero lo han hecho por falta de alternativas, encuentren una opción que les permita, sin perder su identidad, ubicarse en un lugar político diferente. De ese modo, con acuerdos básicos que permitan producir mayorías que lleven a la adopción de algunas políticas consensuadas, será posible evitar el colapso al que nos está encaminando el gobierno de Alberto Fernández y lograr resultados que contribuyan a una mejoría en la situación general del país. La idea es que los K queden en amplia minoría, lo cual, por supuesto, implica que habrá que hacer concesiones pero, a cambio de ellas, será posible conseguir avances no desdeñables. La opción es no hacer concesión alguna y adoptar una posición irreductible, pero también impracticable. ¿De qué sirve tener un gran plan transformador en la teoría si, por falta de apoyo político, no hay margen para llevarlo a la práctica?
¿Qué probabilidades hay de que llegue a buen puerto la política de Rodríguez Larreta en el caso de que sea electo Presidente? Depende de lo que entendamos por “buen puerto”. Si el éxito consiste en resolver en cuatro años todos los problemas que el país ha acumulado en ocho décadas, por cierto que no lo conseguirá. Pero si el resultado positivo se ubica en el punto de que en 2027 la situación sea mejor que en 2023, y con perspectivas de que continúe por la senda ascendente posteriormente, es concebible que esté en condiciones de mostrar un balance satisfactorio.

En definitiva, la propuesta de Rodríguez Larreta es menos espectacular y grandilocuente que la de Bullrich, pero parece más realista, sensata, prudente. Si se sobreestiman las expectativas respecto de la gestión del próximo gobierno, se trata de un programa insatisfactorio. Si, después de tantos fracasos, se asume que un moderado progreso es un balance positivo, entonces Larreta parece estar ofreciendo una propuesta aceptable. Dentro de ese esquema de análisis es donde hay que ubicar su proyecto de superar la grieta. El kirchnerismo duro no tiene cabida en ese esquema. Pero los sectores periféricos que lo vienen apoyando desde 2003 sí podrían integrarse, al menos, como aliados tácticos que permitan resolver, como primer paso, con vistas a mejorías posteriores, los problemas más angustiantes que afectan a nuestro país.
Autor: Alejandro Sala. Periodista independiente
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